Haz que pare, ¡Que pare!


Se mecía con suavidad en el suelo mientras se abrazaba las rodillas. Yo estaba allí, sin saber como acatar a esa situación y lo peor es que el culpable...¿Era yo?
Intentaba sacarle sonrisas, ¡Ay, pequeña, necesito verlas!, sus ojos estaban bañados en lágrimas, mi niña.
¿Como te consuelo?

Seguí meciendo sus cuerpo, se estremecía, ¿Cuan agudo podía ser ese dolor?
En ese momento estaba con ella, y solo con ella ¿Por qué pensaba en la otra? Era mi pasado, mi solución, ella misma lo había dicho, no iba a meterse.

Pero seguía meciéndose y sus gemidos no eran como aquellos que tanto me gustaban, eran devastadores.
Solo había dolor en cada cosa que decía.

-¿Que hago para no hacerte daño?- Alcé su rostro, verla así tampoco ayudaba, pero yo era el culpable.
-Tú no me haces daño- era escueta en palabras cuando a dolor se refería.

-Pero estás sufriendo, algo podré hacer...-
-Haz que pare, ¡Que pare!-

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¿Otro sueño efímero?
Un placer leerlo.