Intruso en su piel.


No estaba sola y eso lo sabía muy bien.
Su compañía esta vez no era la de su mente
con una voz marcada permanente que le pedía a gritos que escribiese, no.
Esta vez había alguien más, aunque su compañía no era muy llamativa.
Y mientras escribía sin reparar en los movimientos de su acompañante, comenzó a sentir una suave caricia sobre su pierna, pero siguió escribiendo sin inmutarse.
Siguió escribiendo hasta que la caricia de su pierna ascendió un poco más hasta su muslo, debajo de su corta falda, notando la mano de aquel intruso sentimental sobre su piel.
Perdida en la música donde entre palabras en ingles podía traducir “se mi amigo”, por fin le miró a los ojos, mientras los ecos de la canción de su Ipod la envolvían solo a ella.
Él abrió la boca y pronunció algo que ella no supo descifrar.
Y aquel intruso en su piel siguió su ascenso, en busca de alguna respuesta por parte de ella.
Ella que tanto sabía del dolor, se dejó llevar…
Cerró los ojos, apagando el Ipod cuando la canción terminaba con lo que ella tradujo con un “soy fuerte”.
Y allí, junto a él dejó de escribir, apartó todo lo material y le besó.
¿Qué más daba un poco más de amor?
Ya habría tiempo para el dolor.

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¿Otro sueño efímero?
Un placer leerlo.