Ibamos descalzos, por un rincón en aquel espacio lleno de besos.
Y no nos perdimos, ni la mágia ni a nosotros mismos.
Sencillamente dejamos que las olas chocaran contra nuestros pies, con
el sabor de la sal y de una saliva compartida en los labios.
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¿Otro sueño efímero?
Un placer leerlo.